Todos hemos tenido un amigo o una amiga que ha traicionado nuestra confianza. Esta es una carta basada en mi experiencia personal, pero con la que, debido a su generalidad, muchos os sentiréis identificados.
Estimado, por decir algo, amigo, también por decir algo
Si me decido a escribirte estas líneas, no es más que para que sepas que has roto lo más valioso que te había dado. Mi confianza. Por desgracia un día te conocí, y por uno u otro motivo decidí confiar en ti. Todos cometemos errores y de los últimos tiempos tú eres uno de los más grandes. Pero antes de seguir escribiendo, quiero dejar algo claro. No te estoy escribiendo desde la rabia momentánea o el impacto de saber que has decidido romper mi confianza. Ese momento ya lo pasé, y ahora te escribo desde una cierta tranquilidad, aunque eso no quita que siga sintiendo una mezcla de rabia, odio y rencor. Lo que te quiero decir con esto es que mis palabras son meditadas, que no las achaques a un mal momento.
Aún recuerdo cuando nos conocimos, cuando empezamos a hablar, a vernos, a quedar. A quedar para pasar la mañana y volver a casa a las tantas. A quedar para cenar y acabar de discoteca. A saber que el otro estará al otro lado del teléfono, aunque sea la una y media de la madrugada. Ya ves. Una serie de errores que han llevado a la situación actual. O tal vez no, nunca lo sabré ya que creo que nunca entenderé el motivo por el cual decidiste traicionar mi confianza, amigo.
Hay quien dice que una ruptura, sea amorosa o amistosa no debe empañar todos los momentos vividos anteriormente. Yo por desgracia no soy de esa opinión. Al menos no en casos como este. Ya que, si esta vez te ha dado exactamente igual la confianza que habíamos depositado el uno en el otro, ¿quién me garantiza que no ha sido el caso otras veces? ¿Que lo que yo te he contado no lo has ido contando después? ¿Que las risas tontas y las conversaciones no eran más que una fachada para luego reírte de mí? ¿Me lo garantizas tú? Lo siento, pero ya no puedo creerte. Ya no puedo creer en alguien que me ha traicionado, olvidando o más bien obviando su compromiso por maldad, egoísmo o cual sea el motivo. Tal vez una mezcla de ambos.
Tal vez pienses que esto no es más que una exageración, que lo estoy sacando todo de quicio y que no es para tanto que estés dispuesto a jugar con los demás, cuales marionetas. Bueno, una vez más lamento no ser de tu opinión. Tal vez para ti no fuera el caso, pero para mí eras uno de mis mejores amigos. Uno de esos a los que puedes contar prácticamente todo. Uno de esos a los que les das lo más valioso: tu confianza. Y tal vez precisamente por eso, por ser de los pocos amigos en los que confiaba casi ciegamente hoy me duele más tu golpe.
No, no voy a llorar. Pero no será por falta de ganas. Creo que me sentiría mejor si lo hiciera, pero por desgracia lo que siento ahora mismo no son exactamente ganas de llorar sino rabia, rabia por haber confiado en la persona equivocada, rabia por haber sido tan tonta. Y sobre todo rabia porque has conseguido sacar lo peor de mí, que le desee mal a alguien, en este caso a ti. Me odio por ello pero no puedo evitarlo, no sentiría pena si te pasara algo malo. Y no, no voy a provocarlo. No creo que tenga las fuerzas para llevarlo a cabo, pero sobre todo, no creo que tenga las fuerzas para volver a hablar contigo o a verte para conseguir dicho objetivo.
Tal vez, si por casualidad aún te queda algo de, no sé si llamarlo conciencia, te preguntes si esto tiene marcha atrás. No te voy a contestar con un “no” rotundo, siempre tiene que quedar la puerta abierta a la esperanza. No obstante, no te puedo negar que va a ser una tarea casi imposible. Porque difícil es darle tu confianza a alguien, pero mucho más difícil es volver a dársela a alguien que la ha roto. Si pese a todo quieres intentarlo, el principio del camino es bastante obvio: pedir perdón, y demostrar con actos que es un perdón sentido. Después, si nuestra amistad tiene arreglo solo lo podrá decidir el tiempo.
Un saludo